28/8/13

TECNOLOGÍAS CONTRA LA VIDA

Diana Duque Gómez

El documental Thrive del director Foster Gambel nos cuenta como “los Rockefeller fueron los ejecutores de la agricultura de gran escala de grandes monocultivos en los que se emplean los fertilizantes, herbicidas y pesticidas basados en el petróleo. La llamada Revolución Verde de los 60 y 70 fue una idea del departamento de ciencias naturales de la Fundación Rockefeller junto con importantes empresas agrícolas como Cargill, Dupont, Bunge, Continental y Monsanto”. La agricultura basada en el petróleo trajo grandes riquezas para sus productores pero nunca cumplió con el objetivo de acabar con el hambre. A consecuencia de esta agricultura industrial química las pequeñas plantaciones han desaparecido, la biodiversidad está seriamente amenazada con los monocultivos y los tóxicos han contaminado el ecosistema colocando en peligro de muerte la vida en el planeta.


En el mismo documental Thrive la científica Vandana Shiva asegura cómo la imposición de la agricultura industrial química que tenía como objetivo mejorar la cadena alimenticia terminó realmente en lo siguiente: a. implementando la ingeniería genética (semillas transgénicas) como un método de control; b. patentando las semillas y la vida como un método de control; c. calificando de delincuentes a los propietarios que guardan semilla como si fuera un delito contra la propiedad intelectual.

Las semillas transgénicas son organismos cuyo material genético ha sido modificado artificialmente (por ejemplo, insertándole ADN foráneo). Se le llama organismo modificado genéticamente (OGM). Indica la doctora Shiva que “la tecnología de ingeniería genética (IG) ofrecida por corporaciones transnacionales tales como Monsanto y Novartis consiste en la práctica de alterar o interrumpir los planos genéticos de organismos vivientes. Genealimentos, granos y otros productos para obtener ganancias” y “monopolizar el mercado mundial de granos, alimentos, fibras y productos farmaceúticos”.

La aparición de las semillas transgénicas o modificadas genéticamente (OGM), uno de cuyos principales dueños es la empresa Monsanto de propiedad de Rockefeller, no solo ha traído consecuencias nefastas para el ecosistema y para la salud humana sino que se ha convertido en puntal fundamental del control perverso sobre la vida.

El OGM es una semilla “terminator” ya que no produce nueva semilla una vez se desarrolla la planta con lo cual el agricultor queda prisionero de Monsanto viéndose forzado a comprar, cada vez que quiere sembrar, la semilla “certificada” que es el mismo OGM. Esta concentración de poder en Monsanto ha sido posible por el vasallaje de los Estados con la multinacional. En Colombia  la “alianza estratégica entre Monsanto y el gobierno de Uribe” fue reseñada por la prensa en 2007. A partir de entonces se expiden una serie de resoluciones mediante las cuales se criminaliza la semilla de costal (aquella que el campesino guarda con cada cosecha) y se  impone por ley criminal la semilla transgénica de la multinacional Monsanto que en Colombia se llama Compañía Agrícola Colombiana Ltda.

En un artículo titulado “¿Semillas delincuentes?” Ana Milena López, ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia, denuncia la persecución en el país a los campesinos que guardan la semilla de costal o semilla orgánica, natural. Para ello, dice la ingeniera, “el ICA (Instituto Colombiano Agropecuario)  ha cumplido su función de expedir y aplicar la Resolución 970 de marzo de 2010, que legisla sobre requisitos para producción, acondicionamiento, importación, exportación, almacenamiento, comercialización y uso de semillas en el país, su control y otras… El Ica expidió otras 23 resoluciones en estos 18 meses, equivalentes a alrededor del 50% de toda la actividad normativa. Organismos Vivos Modificados (OVM), Organismos Genéticamente Modificados (OGM), semillas transgénicas, permisos de importación, permisos para probarlas en diferentes regiones, permisos para multiplicarlas como semilla. Maíz, remolacha, soya, algodón. Y para no quedarnos rezagados, la Federación Nacional de Cafeteros obtuvo también la autorización para trabajar OGM con café y con tabaco enano”. Y en el centro de estas resoluciones oprobiosas está la falaz  argumentación de que la semilla de costal o semilla orgánica, según el ICA, “no garantiza la calidad y pone en riesgo la sanidad fitosanitaria del país”.

Explica la ingeniera López  que “recientemente se diseñó el Proyecto Matrix de quien dice el respetado analista Simon Hart: ‘con esa legislación, las semillas orgánicas tradicionales, transmitidas de generación en generación, se consideran de hecho ‘semillas contaminantes’, una amenaza para la ‘seguridad’ en los alimentos”.  Cuando en realidad es que las semillas naturales no son patentables y las semillas artificiales o transgénicas sí. Todo un proyecto criminal de las grandes corporaciones para apoderarse de la naturaleza patentándola y así, además, controlar los alimentos y la vida misma. Como denuncia la ingeniera, a las grandes multinacionales del sector agropecuario “no les basta que el negocio sea muy bueno, excelente en rendimientos. Hay que desaparecer del planeta las semillas orgánicas y los agricultores y campesinos que las cultivan”.

Es  importante  subrayar  cómo se han encarecido las semillas con este proyecto. Así lo corrobora la misma ingeniera cuando afirma que “desde que aparecieron estas patentes (de las semillas modificadas genéticamente), la semilla de maíz tuvo un incremento de precio del 135% y la soya de 108%”(1).

En 2011 se hicieron innumerables brigadas en el país, en las cuales funcionarios del ICA han destruido un millón de kilos de semillas de costal, “esto sucedió en Tolima, Huila, Casanare, Boyacá, Córdoba y César. Eran semillas de arroz, papa, maíz, trigo, pastos, arveja, cebada, fríjol y habichuela”. En agosto de 2013, fueron destruidas en un basurero 62 toneladas de semillas de arroz en Campoalegre, Huila, y judicializados los campesinos, como lo deja ver el siguiente video  http://www.youtube.com/watch?v=kZWAqS-El_g&nomobile=1 .

Esas leyes expedidas para favorecer los grandes monopolios de las multinacionales hacen caso omiso de  las numerosas investigaciones científicas que han concluido la nocividad que representa para la salud humana y del planeta estas semillas transgénicas. La revista Discovery Salud trae un informe muy completo titulado “Nuevas pruebas de la peligrosidad de los productos genéticamente modificados” donde se señala que “los alimentos transgénicos causan cada vez más alergias y enfermedades y la razón es simple: son organismos genéticamente modificados de forma artificial cuyas moléculas no reconoce nuestro cuerpo y rechaza por considerarlas extrañas” (2).

Las semillas y los alimentos transgénicos traen muchos riesgos para la salud y el medio ambiente. Un estudio de 2007 de expertos del Departamento de Ingeniería Genética de la Universidad de Caen, Francia, demuestra que “las ratas de laboratorio alimentadas con el maíz MON 863 de Monsanto mostraban signos de toxicidad en riñón e hígado” (3). Otras investigaciones hablan también de graves consecuencias que traen los transgénicos como por ejemplo, contaminación de todos los cultivos con la polinización transgénica; rompimiento del equilibrio simbiótico del ecosistema; “transmisión a través de un vector de resistencia a los antibióticos a las bacterias intestinales y a agentes patógenos; incremento de la contaminación química del agua y los alimentos; aumento de enfermedades relacionadas con biocidas entre los trabajadores del campo; recombinación de vectores que generan nuevas cepas virulentas de virus, especialmente en plantas transgénicas manipuladas genéticamente para la resistencia viral con genes virales”(4), etc., etc.

Hoy hay 6 corporaciones que producen las semillas transgénicas: Monsanto, DuPont, BASF, Syngenta, Bayer y Dow y sus socios biotecnológicos Mendel Biotechnology y Evogene. Pero el 66% de las patentes está en manos de DuPont, Basf y Monsanto. Estas dos últimas, BASF y Monsanto sostienen sus programas transgénicos con donaciones de la fundación Bill & Melinda Gates.

La sinarquía a través de patentar las semillas transgénicas  monopoliza la producción de alimentos apoderándose mediante leyes criminales de la naturaleza lo que está socavando la enorme biodiversidad del planeta y destruyendo la seguridad alimentaria y la vida.


“Controla los alimentos y controlarás a la gente.
Controla el petróleo y controlarás a las naciones.
Controla el dinero y controlarás el mundo”.
                  Henry Kissinger, 1973

Los imperativos de los valores dominantes inmersos en la ideología del tener son los que determinan la forma de organización económica en cuya estructuración se emplea a la tecnología como un instrumento siniestro de control y factor importante de la alienación del individuo, pretendiendo crear una sociedad de zombis. La tecnología inventada inicialmente con el objetivo de liberar el tiempo de trabajo forzado para dedicarlo al ocio creativo ha sido realmente empleada como sustituto mecánico de las capacidades o habilidades humanas, desplazando al individuo de los puestos de trabajo en muchos casos, pero sobre todo, tecnologías como el celular y el computador están siendo empleadas para obtener toda la información de los ciudadanos, un empoderamiento global con el fin de no solamente controlar sus gustos y sus emociones y así crear nuevas necesidades consumistas, sino esencialmente para controlar sus pensamientos y actividades. La sociedad contemporánea es una sociedad totalitaria que emplea la tecnología como un factor de homogeneización uniformando los gustos y los consumos.
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NOTAS:

1. www.colombiaparatodos.net ; 2. Revista Discovery Salud No. 113, España, febrero de 2009; 3. Ídem.; 4. Jorge Reichman, Cultivos y alimentos transgénicos. Ediciones Pensamiento Crítico, Colombia, 2004.






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