Diana Duque Gómez
El documental Thrive del director Foster Gambel nos cuenta como “los
Rockefeller fueron los ejecutores de la agricultura de gran escala de grandes
monocultivos en los que se emplean los fertilizantes, herbicidas y pesticidas
basados en el petróleo. La llamada Revolución Verde de los 60 y 70 fue una idea
del departamento de ciencias naturales de la Fundación Rockefeller junto con
importantes empresas agrícolas como Cargill, Dupont, Bunge, Continental y Monsanto”.
La agricultura basada en el petróleo trajo grandes riquezas para sus
productores pero nunca cumplió con el objetivo de acabar con el hambre. A
consecuencia de esta agricultura industrial química las pequeñas plantaciones
han desaparecido, la biodiversidad está seriamente amenazada con los
monocultivos y los tóxicos han contaminado el ecosistema colocando en peligro
de muerte la vida en el planeta.
En el mismo documental Thrive la científica Vandana Shiva asegura cómo
la imposición de la agricultura industrial química que tenía como objetivo
mejorar la cadena alimenticia terminó realmente en lo siguiente: a.
implementando la ingeniería genética (semillas transgénicas) como un método de
control; b. patentando las semillas y la vida como un método de control; c.
calificando de delincuentes a los propietarios que guardan semilla como si
fuera un delito contra la propiedad intelectual.
Las semillas transgénicas son organismos cuyo material genético ha sido
modificado artificialmente (por ejemplo, insertándole ADN foráneo). Se le llama
organismo modificado genéticamente (OGM). Indica la doctora Shiva que “la
tecnología de ingeniería genética (IG) ofrecida por corporaciones
transnacionales tales como Monsanto y Novartis consiste en la práctica de
alterar o interrumpir los planos genéticos de organismos vivientes.
Genealimentos, granos y otros productos para obtener ganancias” y “monopolizar
el mercado mundial de granos, alimentos, fibras y productos farmaceúticos”.
La aparición de las semillas transgénicas o modificadas genéticamente
(OGM), uno de cuyos principales dueños es la empresa Monsanto de propiedad de
Rockefeller, no solo ha traído consecuencias nefastas para el ecosistema y para
la salud humana sino que se ha convertido en puntal fundamental del control
perverso sobre la vida.
El OGM es una semilla “terminator” ya que no produce nueva semilla una
vez se desarrolla la planta con lo cual el agricultor queda prisionero de
Monsanto viéndose forzado a comprar, cada vez que quiere sembrar, la semilla
“certificada” que es el mismo OGM. Esta concentración de poder en Monsanto ha
sido posible por el vasallaje de los Estados con la multinacional. En
Colombia la “alianza estratégica entre
Monsanto y el gobierno de Uribe” fue reseñada por la prensa en 2007. A partir
de entonces se expiden una serie de resoluciones mediante las cuales se
criminaliza la semilla de costal (aquella que el campesino guarda con cada
cosecha) y se impone por ley criminal la
semilla transgénica de la multinacional Monsanto que en Colombia se llama
Compañía Agrícola Colombiana Ltda.
En un artículo titulado “¿Semillas delincuentes?” Ana Milena López,
ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia, denuncia la
persecución en el país a los campesinos que guardan la semilla de costal o
semilla orgánica, natural. Para ello, dice la ingeniera, “el ICA (Instituto
Colombiano Agropecuario) ha cumplido su
función de expedir y aplicar la Resolución 970 de marzo de 2010, que legisla
sobre requisitos para producción, acondicionamiento, importación, exportación,
almacenamiento, comercialización y uso de semillas en el país, su control y
otras… El Ica expidió otras 23 resoluciones en estos 18 meses, equivalentes a
alrededor del 50% de toda la actividad normativa. Organismos Vivos Modificados
(OVM), Organismos Genéticamente Modificados (OGM), semillas transgénicas,
permisos de importación, permisos para probarlas en diferentes regiones,
permisos para multiplicarlas como semilla. Maíz, remolacha, soya, algodón. Y
para no quedarnos rezagados, la Federación Nacional de Cafeteros obtuvo también
la autorización para trabajar OGM con café y con tabaco enano”. Y en el centro
de estas resoluciones oprobiosas está la falaz
argumentación de que la semilla de costal o semilla orgánica, según el
ICA, “no garantiza la calidad y pone en riesgo la sanidad fitosanitaria del
país”.
Explica la ingeniera López que
“recientemente se diseñó el Proyecto Matrix de quien dice el respetado analista
Simon Hart: ‘con esa legislación, las semillas orgánicas tradicionales,
transmitidas de generación en generación, se consideran de hecho ‘semillas
contaminantes’, una amenaza para la ‘seguridad’ en los alimentos”. Cuando en realidad es que las semillas
naturales no son patentables y las semillas artificiales o transgénicas sí.
Todo un proyecto criminal de las grandes corporaciones para apoderarse de la
naturaleza patentándola y así, además, controlar los alimentos y la vida misma.
Como denuncia la ingeniera, a las grandes multinacionales del sector
agropecuario “no les basta que el negocio sea muy bueno, excelente en
rendimientos. Hay que desaparecer del planeta las semillas orgánicas y los
agricultores y campesinos que las cultivan”.
Es importante subrayar
cómo se han encarecido las semillas con este proyecto. Así lo corrobora
la misma ingeniera cuando afirma que “desde que aparecieron estas patentes (de
las semillas modificadas genéticamente), la semilla de maíz tuvo un incremento
de precio del 135% y la soya de 108%”(1).
En 2011 se hicieron innumerables brigadas en el país, en las cuales
funcionarios del ICA han destruido un millón de kilos de semillas de costal,
“esto sucedió en Tolima, Huila, Casanare, Boyacá, Córdoba y César. Eran
semillas de arroz, papa, maíz, trigo, pastos, arveja, cebada, fríjol y habichuela”.
En agosto de 2013, fueron destruidas en un basurero 62 toneladas de semillas de
arroz en Campoalegre, Huila, y judicializados los campesinos, como lo deja ver
el siguiente video http://www.youtube.com/watch?v=kZWAqS-El_g&nomobile=1
.
Esas leyes expedidas para favorecer los grandes monopolios de las
multinacionales hacen caso omiso de las
numerosas investigaciones científicas que han concluido la nocividad que
representa para la salud humana y del planeta estas semillas transgénicas. La
revista Discovery Salud trae un informe muy completo titulado “Nuevas pruebas
de la peligrosidad de los productos genéticamente modificados” donde se señala
que “los alimentos transgénicos causan cada vez más alergias y enfermedades y
la razón es simple: son organismos genéticamente modificados de forma
artificial cuyas moléculas no reconoce nuestro cuerpo y rechaza por
considerarlas extrañas” (2).
Las semillas y los alimentos transgénicos traen muchos riesgos para la
salud y el medio ambiente. Un estudio de 2007 de expertos del Departamento de
Ingeniería Genética de la Universidad de Caen, Francia, demuestra que “las
ratas de laboratorio alimentadas con el maíz MON 863 de Monsanto mostraban
signos de toxicidad en riñón e hígado” (3). Otras investigaciones hablan
también de graves consecuencias que traen los transgénicos como por ejemplo,
contaminación de todos los cultivos con la polinización transgénica;
rompimiento del equilibrio simbiótico del ecosistema; “transmisión a través de
un vector de resistencia a los antibióticos a las bacterias intestinales y a
agentes patógenos; incremento de la contaminación química del agua y los
alimentos; aumento de enfermedades relacionadas con biocidas entre los
trabajadores del campo; recombinación de vectores que generan nuevas cepas
virulentas de virus, especialmente en plantas transgénicas manipuladas
genéticamente para la resistencia viral con genes virales”(4), etc., etc.
Hoy hay 6 corporaciones que producen las semillas transgénicas:
Monsanto, DuPont, BASF, Syngenta, Bayer y Dow y sus socios biotecnológicos
Mendel Biotechnology y Evogene. Pero el 66% de las patentes está en manos de
DuPont, Basf y Monsanto. Estas dos últimas, BASF y Monsanto sostienen sus
programas transgénicos con donaciones de la fundación Bill & Melinda Gates.
La sinarquía a través de patentar las semillas transgénicas monopoliza la producción de alimentos
apoderándose mediante leyes criminales de la naturaleza lo que está socavando
la enorme biodiversidad del planeta y destruyendo la seguridad alimentaria y la
vida.
“Controla los alimentos y controlarás a la gente.
Controla el petróleo y controlarás a las naciones.
Controla el dinero y controlarás el mundo”.
Henry Kissinger, 1973
Los imperativos de los valores dominantes inmersos en la ideología del
tener son los que determinan la forma de organización económica en cuya
estructuración se emplea a la tecnología como un instrumento siniestro de
control y factor importante de la alienación del individuo, pretendiendo crear
una sociedad de zombis. La tecnología inventada inicialmente con el objetivo de
liberar el tiempo de trabajo forzado para dedicarlo al ocio creativo ha sido
realmente empleada como sustituto mecánico de las capacidades o habilidades
humanas, desplazando al individuo de los puestos de trabajo en muchos casos,
pero sobre todo, tecnologías como el celular y el computador están siendo
empleadas para obtener toda la información de los ciudadanos, un empoderamiento
global con el fin de no solamente controlar sus gustos y sus emociones y así
crear nuevas necesidades consumistas, sino esencialmente para controlar sus
pensamientos y actividades. La sociedad contemporánea es una sociedad
totalitaria que emplea la tecnología como un factor de homogeneización
uniformando los gustos y los consumos.
____
NOTAS:
1. www.colombiaparatodos.net ; 2. Revista
Discovery Salud No. 113, España, febrero de 2009; 3. Ídem.; 4. Jorge Reichman,
Cultivos y alimentos transgénicos. Ediciones Pensamiento Crítico, Colombia,
2004.
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