Diana Duque Gómez
Afirma Erich Fromm que “la democracia constituye un sistema que crea
condiciones políticas, económicas y culturales dirigidas al desarrollo pleno
del individuo… consiste en acrecentar realmente la libertad, iniciativa y
espontaneidad del individuo” (1).
Sin embargo, la imposición generalizada de una nefasta cultura de la
dominación estatal -concepción totalitaria del mundo cimentada en el despojo de
la libertad, independencia y soberanía del ser humano- ha traído consigo que
Estado y democracia se asimilen en un mismo concepto, desenmascarando la inoperancia histórica
de la democracia al permitir precisamente que bajo ese mistificado nombre se
lleve a cabo la mutilación constante de la libertad individual, lo que ha
desembocado en que la democracia pueda establecer el más completo despotismo. En
palabras del filósofo e historiador Dalmacio Negro, “la enorme concentración de
poder de los Estados actuales y los medios que emplean para ejercerlo hace
ilusorias todas las libertades” (2) convirtiendo a la llamada democracia en el
instrumento idóneo para imponer la esclavitud.